La medicina alopática: significado
Si quisiéramos definir la medicina alopática, podríamos decir que se trata de la “medicina del contrario”. El significado del término alopatía proviene de la unión de dos palabras griegas: allos, es decir, distinto, contrario; y pathos, que significa enfermedad, sufrimiento. Fue el médico alemán Samuel Hahnemann quien lo acuñó en el siglo XIX, en antítesis a la palabra homeopatía (homeo=semejante, igual) con la cual definió la nueva medicina alternativa que había fundado.
¿Qué es?
No es más que la medicina convencional a la que estamos habituados, aquella que tiene una base científica. Con este nuevo término, Hanhemann solo quería hacer hincapié en la diferencia filosófica de base de cada corriente: la medicina alopática se basaba en el concepto explicado por Hipócrates y hecho suyo por Galeno – dos pilares de la medicina occidental – según el cual “los contrarios se curan con los contrarios” (en latín contraria contrariis curantur), mientras que el principio de la homeopatía es el de la similitud del fármaco.
Con todo este latín la cuestión puede parecer complicada pero, en realidad, el concepto es verdaderamente sencillo. La crítica de Hanhemann se basaba en que la medicina convencional de la época utilizaba fármacos y tratamientos (a veces rudimentarios y nocivos) para contrarrestar los síntomas de la enfermedad en lugar de los principios que en una persona sana podrían provocar dichos síntomas; como defendían los que con el tiempo se convirtieron en los principios filosóficos de la homeopatía.
Se acusaba a los médicos de la época, y a sus medicamentos alopáticos, de no tratar las verdaderas causas de una enfermedad sino de “bloquear” sus síntomas que, según Hanhemann y sus defensores, es la manera que tiene el organismo para intentar reaccionar ante la enfermedad y recuperar el equilibrio adecuado.
La medicina alopática hoy
A pesar de tener sus raíces en el pasado, este término sigue siendo utilizado hoy en día con un sentido despectivo por los defensores de la llamada medicina natural o alternativa, a pesar de que el principio en el que se basaba haya perdido peso tras el enorme progreso de los métodos médicos y científicos registrado a lo largo del siglo XX. En el ámbito médico, científico y experimental no es importante que el tratamiento sea similar o diferente a la enfermedad a tratar. Lo único que importa es que las terapias y los fármacos “alopáticos” funcionen de manera eficaz, segura, reproducible y documentada.
La homeopatía y la medicina alopática confrontadas
En cualquier caso, para tener una idea más clara al respecto, puede ser útil ver cómo, al menos según los defensores de la homeopatía (y en general de las demás medicinas alternativas), los diferentes principios fundamentales repercuten en aspectos como la salud, la enfermedad, la diagnosis, la curación y la prevención.
En primer lugar, mientras que para la medicina alopática estar sano depende del correcto funcionamiento del organismo, para la homeopática dependería del equilibrio adecuado entre mente, cuerpo y alma. Para la primera, la enfermedad no es más que una alteración orgánica y funcional, en cambio para la segunda, sería un estado inducido por el desequilibrio energético del organismo en su totalidad. Cuando se trata del diagnóstico, la medicina convencional determina las causas de la enfermedad gracias a las visitas médicas y los exámenes clínicos, la homeopatía, en cambio, además de las visitas, apuesta por el análisis del estado energético para intuir el origen del problema.
En cuanto al tratamiento, los médicos utilizarán medicamentos alopáticos, cirugía y otros métodos científicos para acabar con los síntomas y curar el cuerpo, mientras que los homeópatas recurrirán a los remedios para curar el “interior del hombre” y reequilibrar a la persona en su totalidad. Por último, en lo que respecta a la prevención, la medicina alopática apostaría por las pruebas médicas para un diagnóstico precoz, mientras que la medicina natural lo haría sobre una correcta higiene de vida: equilibrio psíquico, emocional y espiritual; la alimentación; y la actividad física. Cosas que, hoy en día, los propios médicos ya suelen recomendar.
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